Uno de los primeros momentos que determinarán la vida de una persona es aquel en que empieza a decantarse por unas áreas educacionales en detrimento de otras. El bachillerato simboliza el cambio. La clase de toda la vida se rompe, y los alumnos empiezan a disgregarse entre las diferentes modalidades. Números, letras… ¿y aquello que no ven en ello una verdadera pasión y mientras reflexionan sobre su futuro esbozan un dibujo con papel y lápiz? El bachillerato artístico es una salida para muchas mentes creativas, y la especialización en un grado de diseño puede ser el complemento ideal para diferenciarse y formarse en profundidad.
Primeramente habría que romper una errónea corriente de pensamiento en que los jóvenes que se dediquen a su pasión artística son aquellos que no quieren estudiar o los más perezosos o rezagados. La pasión por el diseño como parte de la cultura de la sociedad actual y futura, es una rama igualmente válida y en la que cualquier otro estudiante o profesional deberá sobresalir para asegurarse su viabilidad económica a medio y largo plazo.
Los números son una pasión, y si bien es cierto que se requiere un talento especial para dominarlos y hacerlos parte de su vocabulario o forma de pensar habitual, ver el mundo desde una paleta de colores distinta al resto de personas también es un talento natural. La diferencia entre estas personas tocadas por la varita de la creatividad dependerán en gran parte de saber extrapolar esa forma de ver el mundo a ojos del resto. No basta con tener en la mente una idea, sino que esa idea debe materializarse y desarrollarse gracias a cualquier herramienta de diseño existente. Las formas de transformar ese talento en una realidad son muy diversas, y entender los métodos para sacar lo mejor de uno mismo será esencial para el futuro.
El diseño es un campo que está al alcance de pocos, porque en gran medida es algo que no se puede enseñar en lo referente a la creatividad y apertura al mundo. Técnicas, soportes, estilos, tendencias… todo ello es lo que puede aportar la educación o los cursos en diseño, pero el verdadero motor de cualquier obra o proyecto nace de uno mismo. ¿Tienes esa pasión? Es momento de liberarla y dejar fluir tu creatividad.
Primeramente habría que romper una errónea corriente de pensamiento en que los jóvenes que se dediquen a su pasión artística son aquellos que no quieren estudiar o los más perezosos o rezagados. La pasión por el diseño como parte de la cultura de la sociedad actual y futura, es una rama igualmente válida y en la que cualquier otro estudiante o profesional deberá sobresalir para asegurarse su viabilidad económica a medio y largo plazo.
Los números son una pasión, y si bien es cierto que se requiere un talento especial para dominarlos y hacerlos parte de su vocabulario o forma de pensar habitual, ver el mundo desde una paleta de colores distinta al resto de personas también es un talento natural. La diferencia entre estas personas tocadas por la varita de la creatividad dependerán en gran parte de saber extrapolar esa forma de ver el mundo a ojos del resto. No basta con tener en la mente una idea, sino que esa idea debe materializarse y desarrollarse gracias a cualquier herramienta de diseño existente. Las formas de transformar ese talento en una realidad son muy diversas, y entender los métodos para sacar lo mejor de uno mismo será esencial para el futuro.
El diseño es un campo que está al alcance de pocos, porque en gran medida es algo que no se puede enseñar en lo referente a la creatividad y apertura al mundo. Técnicas, soportes, estilos, tendencias… todo ello es lo que puede aportar la educación o los cursos en diseño, pero el verdadero motor de cualquier obra o proyecto nace de uno mismo. ¿Tienes esa pasión? Es momento de liberarla y dejar fluir tu creatividad.